Cuando hablamos de Halloween, hablamos de una antigua celebración celta llamada Samhain, que dista mucho del modo en que se festeja Halloween hoy en día...
¿O tal vez no?
El Samhain (palabra gaélica que significa «final del verano») se celebraba justamente la noche del 31 de octubre, aunque remontándonos a sus orígenes tampoco hay una fecha fija, sino que se cree que la celebración se extendía por una semana y aproximadamente sobre los días 6-7 de noviembre, esto es, a mitad del equinoccio de otoño y el solsticio de invierno.
Este día, es considerado como el Año Nuevo Celta. Coincidiendo con el final del verano y la llegada de la estación otoñal o, considerada por ellos como «la estación oscura». Puesto que es una fecha apreciada como final de un año y comienzo de otro, a menudo se piensa en ella como una fiesta de transición, en la cual la puerta del mundo terrenal y el espiritual permanece abierta.
Y es en estos tiempos cuando los muertos regresaban, pues sus espíritus abandonaban por unas horas la ultratumba para visitar a sus parientes y conocidos mortales.
Se les rinde culto con amor pero también hay miedo debido a que el portal entre nuestro mundo y el otro no solo permite el paso de nuestros parientes ya fallecidos, sino que también a espíritus o entidades malignas, para los cuales se hacen rituales para que no realicen actos dañinos contra los vivos.
Para agradar a los muertos y que se reconcilien con los vivos, es que se le colocan manjares y ofrendas como obsequio. ¿Qué hacemos nosotros cuando un ser familiar o amigo viene a visitarnos? Prepararles una rica cena, sin duda, o compartir el mejor almuerzo en su compañía. Lo mismo se hace durante el Samhain con los difuntos, a quienes se les invita a pasar un rato con nosotros, eso sí, tratando de que vengan con buenas vibraciones.
Era una fecha de rituales pero no solo rindiendo culto a los que ya no están, sino que también se festejaba el final de la cosecha de hortalizas tales como los nabos. Los Celtas usaban nabos para tallar figuras y colocar luces dentro a modo de iluminarias con las cuales guiaban a los muertos hacia el más allá. Los nabos son fáciles de vaciar y de trabajar, así que no era raro que recurrieran a ellos para este fin y que se dedicaran a llenar sus viviendas y el exterior con estas particulares "linternas".
Con la llegada del cristianismo, la fecha cambio a celebrarse el 13 de mayo, que fue considerado como el Día de Todos los Santos. Hasta que el Papa Gregorio III cambió ambas festividades al 1 de noviembre, en el año 741. Con el siguiente Papa, Gregorio IV, la fiesta, ya celebrada de manera universal, empezó a celebrarse en la vigilia del día 31 de octubre. De ahí que se acuñada la denominación «Vigilia de Todos los Santos» traducida al inglés como «All Hallow’s Eve», que con el tiempo, pasó a conocerse como Halloween.
A continuación la narración de la antigua leyenda de Jack O'Lantern, o Jack el de la Linterna:
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